Ser payaso no es disfrazarse
para hacerse el gracioso. El
payaso no está en la nariz, ni en los zapatotes;
ser payaso
está en el corazón. La nariz roja no es más que un trocito
de
corazón caluroso y palpitante en la cara. El payaso es
un estado del alma, por
lo cual, mediante el vestuario no
se disfraza; sino mas bien que se libera. La
palabra
disfraz, obedece a la noción de mentira, pero la palabra
liberación
obedece a la verdad. Uno no se disfraza de
payaso; uno festeja con su ser más
puro, y se viste para la
ocasión.
Ser payaso implica tener una misión en la vida: ser el más
tonto entre los
tontos; la más indefensa de las criaturas.
Rebajarse a un nivel más bajo que el
del más pobre y más
desdichado, para hacerle sentir señor, y afortunado. Ser
payaso es tener alegría para dar a manos llenas.
Ser payaso es exponer el alma al viento frío. Es
desnudarse de manera total
ante el otro para que vea
todas las debilidades que tenemos dentro; es poder
disfrutar del fracaso, de la tristeza, e incluso de la
muerte. Es poderse reír
de la propia desgracia, porque
hasta la pena más honda y gris, con un poco de
risa se
hace más llevadera.
Ser payaso es amar al Hombre y entregarle todo de uno.
Ser payaso es ser
mensajero de esperanza y alegría. Es ser
emisario del país de los sueños, en el
cual cualquier cosa
puede ser.
Por eso, acepto mi misión con alegría. Porque no hay
orgullo más bello que el
que ofrece la sonrisa de la gente:
¡YO SOY PAYASO!
José Leonardo Hidalgo
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