La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


31 mayo, 2012

Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos


Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos

Nota

El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, 
envía en 1854 una oferta al jefe Seattle, de la tribu 
Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste 
de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de 
Wáshington. A cambio, promete crear una "reservación" 
para el pueblo indígena. El jefe Seattle responde en 
1855.

El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado 
hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El 
Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de 
amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta 
gentileza, porque sabemos que poca falta le hace 
nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues 
sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá 
venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. 
El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la 
palabra del jefe Seattle con la misma certeza que 
espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas 
inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de 
la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor 
del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga 
comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. 
Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena 
de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo 
de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la 
memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el 
cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel 
roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de 
origen cuando van a caminar entre las estrellas. 
Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, 
pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte 
de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores 
perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el 
caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos 
rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del 
cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la 
misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington 
manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide 
mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos 
reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él 
será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo 
tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar 
nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es 
sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se 
escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es 
apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si 
les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que 
ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella 
es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de 
los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la 
vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de 
mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los 
ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros 
niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben 
recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros 
hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes 
deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a 
cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras 
costumbres. Para él una porción de tierra tiene el 
mismo significado que cualquier otra, pues es un 
forastero que llega en la noche y extrae de la tierra 
aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su 
enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. 
Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se 
preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus 
hijos y no le importa.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son 
olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y 
al cielo como cosas que puedan ser compradas, 
saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. 
Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente 
un desierto.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de 
las suyas. Tal vez sea porque soy un  salvaje y no 
comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre 
blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de 
las hojas en la primavera o el batir las alas de un 
insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y 
no comprendo. El ruido parece solamente insultar los 
oídos.
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el 
llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas 
alrededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no 
comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del 
viento encrespando la superficie del lago, y el propio 
viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los 
pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues 
todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el 
árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. 
Parece que el hombre blanco no siente el aire que 
respira. Como una persona agonizante, es insensible al 
mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre 
blanco, él debe recordar que el aire es valioso para 
nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida 
que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su 
primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les 
vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla 
intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo 
hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por 
las flores de los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de 
comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré 
una condición: el hombre blanco debe tratar a los 
animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra 
forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en 
la planicie, abandonados por el hombre blanco que los 
abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje 
y no comprendo cómo es que el caballo humeante de 
hierro puede ser más importante que el búfalo, que 
nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los 
animales se fuesen, el hombre moriría de una gran 
soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales 
en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en 
todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus 
pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la 
tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las 
vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que 
enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra 
madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los 
hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, 
están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al 
hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto 
es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas 
como la sangre que une una familia. Hay una unión en 
todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la 
tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es 
simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al 
tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla 
como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del 
destino común. Es posible que seamos hermanos, a 
pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros 
que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: 
nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean 
poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios 
del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel 
roja como para el hombre piel blanca.
La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su 
creador. Los blancos también pasarán; tal vez más 
rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas 
y una noche serán sofocados por sus propios desechos.
Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán 
intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los 
trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio 
el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.
Este destino es un misterio para nosotros, pues no 
comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los 
caballos bravíos sean todos domados, los rincones 
secretos del bosque denso sean impregnados del olor de 
muchos hombres y la visión de las montañas obstruida 
por hilos de hablar.
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.
La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.

FIN




Alma y música




La verdad esta en los sueños
Nuestra subjetividad  esta inundada de verdades relativas


29 mayo, 2012

Humor y ...




El cuerpo humano es el carruaje; 
el yo, el hombre que lo conduce; 
el pensamiento son las riendas, 
y los sentimientos, los caballos.


(Platón










23 mayo, 2012

El Circo de la Mariposa





Lo importante no es cuanto hacemos, sino cuanto amor, cuanta honestidad y cuanta fe ponemos en lo que hacemos.
(Teresa de Calcuta)




León Felipe

Sam Hyuen Kim






































Yo no sé muchas cosas, es verdad
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del Hombre la mecen con cuentos
Que los gritos de angustia del Hombre los ahogan con cuentos
Que el llanto del Hombre lo taponan con cuentos
Y que el miedo del Hombre ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos
Y me sé todos los cuentos

El viejo y el mar (Alexander Petrov)



Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. 
Un esfuerzo total es una victoria completa.

...¡Que no nos falte nunca una sonrisa! __ Mis dibesp





















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