La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


21 febrero, 2014

etc...




mariposa
cósmico
azul
laguna
claraboya
amaranto
sudor
lila
tilde
soledad
ambigüedad
surcos
libélula
mandarina
iridiscente
vórtice
río
luz
ombligo
bombón
rememorar
música
naturaleza
enamorado
princesa
verde
arboleda
colibrí
marfil
orgasmo
nido
esotérico
amor
pabilo
salamandra
lumbre
clavo
sol
reverberante
almohada
ilógico
desinhibidor
veraniego
ambrosía
zigzagueante
mermelada
minúsculo
suertudo
imperioso
concurrencia
libido
obviamente
naturalmente
constipado
postura
pulcro
sensatez
alféizar
barroco
cascada
albores
girasol
cerúleo
...

etc.




19 febrero, 2014

Observando la vitalidad de lo existente.




Vacíate de todo.
Deja que la mente descanse en paz.
Las diez mil cosas se elevan y caen, mientras uno mismo observa
el regreso.
Crecen y florecen y luego regresan a la fuente.
Regresar a la fuente es la quietud, que es el modo de la
naturaleza.
El modo de la naturaleza es incambiable.
Conocer con constancia es discernimiento.
No conocer con constancia lleva al desastre.
Con una mente abierta tendrás un corazón abierto.
Tener el corazón abierto es actuar regiamente.
Ser regio es llegar a lo divino.
Ser divino es ser uno con el Tao.
Ser uno con el Tao es ser eterno y
-aunque el cuerpo muera- el Tao nunca morirá.


Sé humilde y te distinguirás.
Cúrvate y estarás pleno.
Desgástate y serás renovado.
Posee poco y obtendrás beneficios.
Posee mucho y quedarás confuso.
Por lo cual, el hombre sabio abraza el Uno
y establece un ejemplo para todo.
No haciendo ostentación,
brilla públicamente.
Sin justificarse ellos mismos,
son distinguidos. Sin ensalzarse,
son reconocidos. Sin jactarse,
nunca vacilan. Jamás pelean.
Entonces, nadie pelea con ellos.
Por lo tanto, los ancianos dicen: “ Sé humilde y sobresaldrás”.
Es esto un vano decir?
Sé realmente íntegro y todas las cosas vendrán hacia ti.












17 febrero, 2014

La materialidad del gesto...



Cuerpo

Solo el cuerpo humano es cierto, porque es tangible,
mensurable, desprende olor, crece, se deteriora, se reconstruye
a veces, sufre y se puede amar.
Tu cuerpo es real porque cede al ser presionado por la fuerza
de mi ansia, y gira o se contonea, según los designios de la lujuria
compartida.
Tu cuerpo es el calor sujeto a mis manos durante el abrazo, y
en ese instante comprendo que es la materia sobre la que están
hechas todas las cosas verdaderas.
Tu cuerpo es la única verdad reconocida, y no me importa su
debilidad ante el tiempo, los golpes y los virus; no me desalienta su
falta de eternidad, pues lo efímero es el bien más escaso y más
preciado. El tránsito breve de tu cuerpo por mi vida la hace intensa y
la justifica.
El espíritu no se toca ni se mide, no varia su forma y no sufre,
porque el espíritu es el sueño del cuerpo amado cuando este se
ausenta. Cuando tu cuerpo se aleja de mí, entonces el deseo lo
sueña y lo inventa, miente su presencia; así el espíritu es la mentira
y el engaño necesario.
Tu cuerpo es lo único real en un universo de apariencias.

(anónimo)






09 febrero, 2014

Érase un sueño de ilusiones ...





Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...


León Felipe  (Como tú)




08 febrero, 2014

Una energía sutil y muy especial.




"Hay momentos en que las tribulaciones se presentan en 
nuestras vidas y no podemos evitarlas. Pero están allí 
por algún motivo. Sólo cuando ya las hemos superado 
entenderemos por qué estaban allí." 


Paulo Coelho (La Quinta Montaña)





05 febrero, 2014

Y Dios creó el cielo y la tierra...




¿Qué ocurre?

— Acaban de robarme una boquilla de ámbar que tenía 
sobre la mesa.

— ¿Conoces al ladrón?

— Debió de ser uno que me refirió hace poco la mar de 
desventuras y terminó por pedirme una limosna.

— ¿Se la diste?

— No; no me inspiran lástima hombres que pordiosean 
pudiendo vivir de su trabajo.

— ¿Sabes que lo tiene?

— Se quejó de no haber encontrado hace tiempo en qué 
emplear sus fuerzas. ¿Vas a creerle?

— ¿Por qué no? Están llenas las calles de jornaleros que 
huelgan.

— Los malos.

— Y los buenos. La crisis es grande. No se edifica y 
sobran millones de brazos.

— La crisis no autoriza el hurto.

— No lo autoriza, pero exige de la sociedad que socorra 
al que muere de hambre. Se estremece la tierra y vienen 
a ruina casas y pueblos; saltan de sus márgenes los ríos 
e inundan los valles.
Suena al punto un clamoreo general por que se corra en 
ayuda de los que padecieron por la inundación o el 
terremoto. ¿Por qué ha de permanecer muda la sociedad 
ante los dolores de los que sufren, en apagados hogares 
y míseros tugurios, las consecuencias de crisis que no 
provocaron?

— Tratas en vano de disculpar el hurto; consentirlo es ya 
un crimen. No puede blasonar de cultura la nación 
donde la confianza falta y la propiedad peligra.

— ¿Qué harás entonces con tu presunto hurtador?

— No haré; hice, mandé que le detuvieran y le llevarán a 
los tribunales.

—  ¡Por una boquilla de ámbar! ¿Y si resulta inocente?

— No a mí, sino al tribunal corresponde averiguarlo.

— ¿Y te crees hombre de conciencia? Reflexiona sobre el 
mal que hiciste. Has llevado la perturbación, la zozobra 
y la amar-gura al seno de una familia. Has impreso en la 
frente del acusado y de sus hijos una mancha indeleble. 
Puso el Dios de la Biblia un signo en Caín para que no 
le matasen; pone la justicia un signo peor en los que 
caen bajo su férula. Será inútil que se los manumita; los 
nublará eternamente la sospecha y los apartará de los 
otros hombres. ¡Ay de él y de los suyos si por falta de 
fiador entra en la cárcel! Mantenía él la lumbre del hogar, 
bien trabajando, bien pordioseando; deberán ahora los 
hijos ir mendigando para su padre y recibirán en no 
pocas puertas ultrajes por dádivas. Quisiste castigar al 
que supones ladrón y sin saberlo ni quererlo 
descargaste la mano en seres que ningún mal te 
hicieron.

— ¿Debo, pues, consentir que me roben?

— Te diré lo que Cristo respecto a la mujer adúltera: 
castiga al que te robó si te consideras exento de pecado.

— ¡Cómo! ¡Cómo!

— Ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en el tuyo.

— ¿Me llamas ladrón?

— Ejerciste un tiempo la abogacía. ¿Estás seguro de 
haber proporcionado siempre tus derechos a tu trabajo? 
Eres hoy labrador: ¿vendes los frutos de tu labranza por 
lo que cuestan?

— ¡Me ofendes! Nada tomé ni tomo contra la voluntad de 
su dueño.

— Lo tomaste ayer aprovechándote de la ignorancia de 
tus clientes y lo tomas hoy aprovechándote de la 
necesidad de tus compradores, como ese desdichado 
tomó la boquilla de ámbar aprovechándose de tu 
descuido.

— No castiga ni limita ley alguna los hechos de que me 
acusas.

— Tienes razón: la ley no castiga al que hurta sino al que 
hurta o defrauda sin arte.

— Eres atrabiliario como ninguno. —¿Quién, a tu juicio, 
podrá decirse exento de pecado?

— Nadie; lo impide la actual organización económica. 
Para los hurtadores sin arte bastan los presidios; para 
los hurtadores con arte, no basta el mundo.