La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


05 diciembre, 2012

Caravana de sueños






" Fué una espera interminable. No sé cuanto tiempo pasó 
en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los 
relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros 
destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la 
espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fué una 
cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas 
atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces 
extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde 
María y yo estábamos frente a frente contemplándonos 
estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos 
arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la 
veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los 
cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en 
mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara 
pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos 
también alucinados.
(...)

A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía 
qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos 
intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y 
hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba 
y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había 
risas cruzadas con otro y que toda la historia de los 
pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que 
en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el 
mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi 
juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos 
transparentes del muro de piedra yo había visto a esta 
muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro 
túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al 
ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en 
túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de 
mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo 
de mi insalvable soledad.
(...)

Yo no decía nada. Hermosos sentimientos y sombrías ideas 
daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su 
maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de 
encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una 
fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí 
que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -
Nunca más, nunca más- pensé, mientras empecé a 
experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil 
sería arrastrarla al abismo, conmigo. "


Ernesto Sábato  (El túnel) fragmento






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