La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


10 diciembre, 2012

Es hora de decir adiós a lo que queda atrás



 A medida que progresa esta crónica trivial, empiezo a 
darme cuenta de que el escribir es algo extremadamente 
duro. En mi juventud escribí muchos artículos 
supuestamente cómicos para revistas y diarios, pero llenar 
las páginas suficientes para hacer un libro constituye una 
experiencia nueva para mí. Solía jugar diariamente al 
golf, y muy mal por cierto, daba largos paseos con 
costosos caniches comidos por las pulgas e incluso a veces 
montaba a caballo. Me parece que ahora no hago más que 
escribir. Y quienquiera que haya escrito sabe que para 
escribir se necesita pensar. Y todo el mundo sabe que el 
pensar constituye la manera más desagradable de pasar el 
día. Pero yo sigo adelante. He de decir que el tema de 
este libro nunca me ha parecido de los más atractivos del 
mundo. Ahora sólo siento curiosidad por saber si tengo la 
energía y la fuerza de voluntad necesarios para llegar 
hasta el final.
Hace algún tiempo leí Balzac, de Stefan Zweig. La única 
manera en que Balzac podía resistir su vida de escritor era 
haciendo que su criado lo encadenase a la cama por la 
noche y lo soltara por la mañana. Para mantenerse 
despierto, bebía de veinte a treinta tazas de café diarias. 
La bencedrina y los otros estimulantes poderosos aún no 
habían sido descubiertos. Finalmente, murió de 
envenenamiento por cafeína. Esto tiene un nombre 
científico, pero no recuerdo cuál es y no voy a telefonear 
a mi médico para preguntárselo. Si lo hiciese, me cobraría 
la visita.

Groucho Marx   (Groucho y yo)








No hay comentarios:

Publicar un comentario