La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


05 agosto, 2012

¿Es posible sobrevivir sin héroes?




…Al amanecer, Juan Gaviota estaba practicando de nuevo. 
Desde dos mil metros los pesqueros eran puntos sobre el 
agua plana y azul, la Bandada de la Comida una débil nube 
de insignificantes motitas en circulación.

Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de 
que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin 
ceremonias, encogió sus antealas, extendió los cortos y 
angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el 
mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad 
máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora 
contra la cual no podía avanzar con más rapidez. Ahora 
volaba recto hacia abajo a trescientos veinte kilómetros por 
hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus 
alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se 
despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la 
velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad 
era pura belleza.

Empezó su salida del picado a trescientos metros, los 
extremos de las alas batidos y borrosos en ese gigantesco 
viento, y justamente en su camino, el barco y la multitud 
de gaviotas se desenfocaban y crecían con la rapidez de una 
cometa.

No pudo parar; no sabía aún ni cómo girar a esa velocidad.

Una colisión sería la muerte instantánea.

Así es que cerró los ojos.

Sucedió entonces que esa mañana, justo después del 
amanecer, Juan Salvador Gaviota se disparó directamente 
en medio de la Bandada de la Comida marcando trescientos 
dieciocho kilómetros por hora, los ojos cerrados y en medio 
de un rugido de viento y plumas. La Gaviota de la 
Providencia le sonrió por esta vez, y nadie resultó muerto.

Cuando al fin apuntó su pico hacia el cielo azul, aun 
zumbaba a doscientos cuarenta kilómetros por hora. Al 
reducir a treinta y extender sus alas otra vez, el pesquero 
era una miga en el mar, mil metros más abajo.

Sólo pensó en el triunfo, ¡La velocidad máxima! ¡Una 
gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora! Era un 
descubrimiento, el momento más grande y singular en la 
historia de la Bandada, y en ese momento una nueva época 
se abrió para Juan Salvador Gaviota. Voló hasta su solitaria 
área de prácticas, y doblando sus alas para un picado desde 
tres mil metros, se puso a trabajar en seguida para 
descubrir la forma de girar.

Se dio cuenta de que al mover una sola pluma del extremo 
de su ala una fracción de centímetro, causaba una curva 
suave y extensa a tremenda velocidad. Antes de haberlo 
aprendido, sin embargo, vio que cuando movía más de una 
pluma a esa velocidad, giraba como una bala de rifle... y 
así fue Juan la primera gaviota de este mundo en realizar 
acrobacias aéreas.

No perdió tiempo ese día en charlar con las otras gaviotas, 
sino que siguió volando hasta después de la puesta del Sol. 
Descubrió el rizo, el balance lento, el balance en punta, la 
barrena invertida, el medio rizo invertido.

Cuando Juan volvió a la Bandada ya en la playa, era 
totalmente de noche. Estaba mareado y rendido. No 
obstante, y no sin satisfacción, hizo un rizo para aterrizar y 
un tonel rápido justo antes de tocar tierra. Cuando sepan, 
pensó, lo del Descubrimiento, se pondrán locos de alegría. 
¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En lugar de 
nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, hay una 
razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra 
ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de 
perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! 
¡Podremos aprender a volar!...



Richard Bach (Juan Salvador Gaviota) 




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