Tus manos por las sábanas eran mis
hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las
puertas de lugares que nunca visitáramos.
Permití la mentira de tu sueño egoísta
allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no
estamos, así siempre.
Tu vivías hundido dentro de otro tú
mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un
retrato solamente.
Inmóvil, desvelado, yo visitaba
estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los
miembros: el mentón apoyado sobre el puño.
Y, cuando regresaba de esa carrera
inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano
abiertos, y tu boca rebosante de noche...
Jean Cocteau (Un amigo duerme)
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