Aesha Ash |
ASTROV. -¿He cambiado mucho desde entonces?
MARINA. -Mucho. Antes eras joven, guapo..., mientras que
ahora has envejecido... ¿Y dónde se te ha ido la belleza?
También hay que decir que bebes vodka.
ASTROV. -Sí. En diez años me he vuelto otro hombre... ¿Y
por qué causa?... Porque trabajo demasiado, ama... No
conozco el descanso, y hasta por la noche, bajo la manta,
estoy siempre temiendo que vengan a llamarme para ir a
ver a algún enfermo. Desde que nos conocemos no he
tenido un día libre, y así..., ¿quién no va a envejecer?
Además, la vida de por sí es aburrida, tonta, sucia... Eso
también influye mucho. A tu alrededor no ves más que
gentes absurdas, y cuando llevas viviendo con ellas dos o
tres años, tú mismo, poco a poco y sin darte cuenta, te
vas volviendo también absurdo... En un destino inevitable.
(Rizándose los largos bigotes.) ¡Qué bigotazo más enorme
he echado! ¡Qué bigote más tonto! ¡Me he vuelto absurdo,
ama!... Tonto todavía no me he vuelto. ¡Dios es
misericordioso! Mis sesos están en su sitio; pero tengo, en
cierto modo, atrofiado el sentimiento. No deseo nada, no
necesito de nadie y no quiero a nadie. Acaso sólo te
quiero a ti. (Le besa la cabeza.) Cuando era niño, tuve
también un ama como tú.
MARINA. -Puede que quieras comer algo.
ASTROV. -No. En la tercera semana de Cuaresma, durante
la epidemia, tuve que ir a Malitzkoe... Cuando el tifus
exantemático... Allí, en las «isbas», se morían las gentes
como moscas... ¡Suciedad..., pestilencia..., humo...,
terneros por el suelo, junto a los enfermos!... ¡Hasta
cerdos había!... Yo no me senté en todo el día, ni probé
bocado; pero, eso sí..., cuando llegué a casa, tampoco me
dejaron descansar. Me traían al guardagujas de la
estación... Le tendí sobre la mesa para operarle, y se me
murió bajo el cloroformo... Pues bien.... entonces...,
cuando menos falta hacía, el sentimiento despertó dentro
de mí. La conciencia me dolía como si le hubiera matado
premeditadamente. Me senté, cerré los ojos..., así..., y
pensé: aquellos que hayan de sucedernos dentro de cien o
doscientos años, y para los que ahora desbrozamos el
camino..., ¿tendrán para nosotros una palabra buena?...
¡No la tendrán, ama!
MARINA. -La gente no la tendrá, pero Dios, sí,
ASTROV. -Sí. Gracias... Has hablado muy bien.
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