La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


01 octubre, 2012

La calle de Chejov



Aesha Ash





















ASTROV. -¿He cambiado mucho desde entonces?

MARINA. -Mucho. Antes eras joven, guapo..., mientras que 
ahora has envejecido... ¿Y dónde se te ha ido la belleza? 
También hay que decir que bebes vodka.

ASTROV. -Sí. En diez años me he vuelto otro hombre... ¿Y 
por qué causa?... Porque trabajo demasiado, ama... No 
conozco el descanso, y hasta por la noche, bajo la manta, 
estoy siempre temiendo que vengan a llamarme para ir a 
ver a algún enfermo. Desde que nos conocemos no he 
tenido un día libre, y así..., ¿quién no va a envejecer? 
Además, la vida de por sí es aburrida, tonta, sucia... Eso 
también influye mucho. A tu alrededor no ves más que 
gentes absurdas, y cuando llevas viviendo con ellas dos o 
tres años, tú mismo, poco a poco y sin darte cuenta, te 
vas volviendo también absurdo... En un destino inevitable. 
(Rizándose los largos bigotes.) ¡Qué bigotazo más enorme 
he echado! ¡Qué bigote más tonto! ¡Me he vuelto absurdo, 
ama!... Tonto todavía no me he vuelto. ¡Dios es 
misericordioso! Mis sesos están en su sitio; pero tengo, en 
cierto modo, atrofiado el sentimiento. No deseo nada, no 
necesito de nadie y no quiero a nadie. Acaso sólo te 
quiero a ti. (Le besa la cabeza.) Cuando era niño, tuve 
también un ama como tú.

MARINA. -Puede que quieras comer algo.

ASTROV. -No. En la tercera semana de Cuaresma, durante 
la epidemia, tuve que ir a Malitzkoe... Cuando el tifus 
exantemático... Allí, en las «isbas», se morían las gentes 
como moscas... ¡Suciedad..., pestilencia..., humo..., 
terneros por el suelo, junto a los enfermos!... ¡Hasta 
cerdos había!... Yo no me senté en todo el día, ni probé 
bocado; pero, eso sí..., cuando llegué a casa, tampoco me 
dejaron descansar. Me traían al guardagujas de la 
estación... Le tendí sobre la mesa para operarle, y se me 
murió bajo el cloroformo... Pues bien.... entonces..., 
cuando menos falta hacía, el sentimiento despertó dentro 
de mí. La conciencia me dolía como si le hubiera matado 
premeditadamente. Me senté, cerré los ojos..., así..., y 
pensé: aquellos que hayan de sucedernos dentro de cien o 
doscientos años, y para los que ahora desbrozamos el 
camino..., ¿tendrán para nosotros una palabra buena?... 
¡No la tendrán, ama!

MARINA. -La gente no la tendrá, pero Dios, sí,

ASTROV. -Sí. Gracias... Has hablado muy bien. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario