La ventana de mis ojos

Espacio de una memoria desajustada.


14 septiembre, 2012

El baile infinito de las sirenas




"Amelia"
La La La Human Steps
Choreography por Édouard Lock





Suponiendo que la verdad sea una mujer -, ¿cómo?, ¿no 
está justificada la sospecha de que todos los filósofos, en 
la medida en que han sido dogmáticos, han entendido 
poco de mujeres?, ¿de que la estremecedora seriedad, la 
torpe insistencia con que hasta ahora han solido acercarse 
a la verdad eran medios inhábiles e ineptos para 
conquistar los favores precisamente de una mujer? Lo 
cierto es que ella no se ha dejado conquistar: - y hoy toda 
especie de dogmática está ahí en pie, con una actitud de 
aflicción y desánimo. ¡Si es que en absoluto permanece en 
pie! Pues burlones hay que afirma que ha caído, que toda 
dogmática yace por el suelo, más aún, que toda 
dogmática se encuentra en las últimas. Hablando en serio, 
hay buenas razones que abonan la esperanza de que todo 
dogmatiza en filosofía, aunque se haya presentado como 
algo muy solemne, muy definitivo y válido, acaso no haya 
sido más que una noble puerilidad y cosa de principiantes; 
y tal vez esté muy cercano el tiempo en que se 
comprenderá cada vez más qué es lo que propiamente ha 
bastado para poner la primera piedra de esos sublimes e 
incondicionales edificios de filósofos que los dogmáticos 
han venido levantando hasta ahora, - una superstición 
popular cualquiera procedente de una época inmemorial 
(como la superstición del alma, la cual, en cuantos 
superstición del sujeto y superstición del yo, aún hoy no 
ha dejado de causar daño), acaso un juego cualquiera de 
palabras, una seducción de parte de la gramática o una 
temeraria generalización de hechos muy reducidos, muy 
personales, muy humanos, demasiado humanos. La 
filosofía de los dogmáticos ha sido, esperémoslo, tan sólo 
un hacer promesas durante milenios: como lo fue, en una 
época más antigua aún, la astrología, en cuyo servicio es 
posible que se haya invertido más trabajo, dinero, 
perspicacia, paciencia que los invertidos hasta ahora a 
favor de cualquiera de las verdaderas ciencias: - a ella y a 
sus pretensiones “sobrenaturales” se debe en Asia y en 
Egipto el estilo grandioso de la arquitectura. Parece que 
todas las cosas grandes, para inscribirse en el corazón de 
la humanidad con sus exigencias eternas, tienen que vagar 
antes sobre la tierra cual monstruosas y tremebundas 
figuras grotescas; un de esas figuras grotescas fue la 
filosofía dogmática, por ejemplo la doctrina del Vedanta 
en Asia y en Europa el platonismo. No seamos ingratos con 
ellas, aunque también tengamos que admitir que el peor, 
el más duradero y peligroso de todos los errores ha sido 
hasta ahora un error de dogmáticos, a sabe, a la 
invención por Platón del espíritu puro y de bien en sí. Sin 
embargo, ahora que ese error ha sido superado, ahora 
que Europa respira aliviada de su pesadilla y que al menos 
le es lícito disfrutar un mejor - sueño, somos nosotros, 
cuya tarea es el estar despiertos, los herederos de toda la 
fuerza que la lucha contra ese error ha desarrollado y 
hecho crecer. En todo caso, hablar del espíritu y del bien 
como lo hizo Platón significaría poner la verdad cabeza 
abajo y negar el perspectivismo, el cual es condición 
fundamental de toda vida; más aún, en cuanto médicos 
nos es lícito preguntar: “¿de dónde procede esa 
enfermedad que  aparece en la más bella planta de la 
Antigüedad, en Platón? ¿es que la corrompió el malvado 
Sócrates?, ¿habría sido Sócrates, por tanto, el corruptor 
de la juventud?, ¿y habría merecido su cicuta?” - Pero la 
lucha contra Platón o, para decirlo de una manera más 
inteligible para el “pueblo”, la lucha contra la opresión 
cristiano-eclesiástica durante siglos -pues el cristianismo 
es platonismo para el “pueblo”- ha creado en Europa una 
magnifica tensión del espíritu, cual no la había habido 
antes en la tierra: con un arco tan tenso nosotros 
podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas. 
Es cierto que el hombre europeo siente es tensión como 
un estado penoso; y ya por dos veces se ha hecho, con 
gran estilo, el intento de aflojar el arco, la primera, por 
el jesuitismo, y la segunda, por la ilustración democrática: 
- ¡a la cual le fue dado de hecho conseguir con ayuda de 
la libertad de prensa y de la lectura de los periódicos, que 
el espíritu no se sintiese ya tan fácilmente a sí mismo 
como “penosidad”! (Los alemanes inventaros la pólvora - 
¡todos mis respetos por ello!, pero volvieron a repáralo-, 
inventaron la prensa.) Mas nosotros que no somos ni 
jesuitas, ni demócratas, y ni siquiera suficientemente 
alemanes; nosotros los buenos europeos, y espíritus libres, 
muy libres - ¡nosotros la tenemos todavía, tenemos la 
penosidad toda del espíritu y la entera tensión de su arco! 
Y acaso también la flecha, la tarea y, ¿quién sabe?, 
incluso el blanco...

Friedrich Nietzsche (Prólogo De Más allá del bien y del mal)



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