“Siempre me lo he repetido, en voz alta y en voz baja.
Siempre se lo he repetido a quien amé y respeté: “Vive el
presente con la mayor intensidad de la que seas capaz. El
pasado es un camino, no siempre recto, para alcanzar el
hoy: el mañana, si es que te llega, será una consecuencia
que ha de traer entre la manos sus propio afán. El
presente es tembloroso y casi nada. Se prolonga y estira
hora tras hora, y todas hieren, menos la última, que
mata. Resárcete de esa dura ley. No sientas
remordimientos del pasado; no sientas temor por el
futuro. Siente no más el gozo del presente carnal y lúcido,
inevitable e inmediato-, o el dolor del presente,
enriquecedor y válido también…”
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