Hojas de hierba (fragmento)
Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de
los astros
y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de
arena...
y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más
exigentes...
y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio
para todas las máquinas.
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen
de todos los poemas.
Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante
ti
ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu
garganta.
(...)
Creo que podría retornar y vivir con los animales, son tan
plácidos y autónomos.
Me detengo y los observo largamente.
Ellos no se impacientan, ni se lamentan de su situación.
No lloran sus pecados en la oscuridad del cuarto.
No me fastidian con sus discusiones sobre sus deberes hacia
Dios.
Ninguno está descontento. Ninguno padece la manía de poseer
objetos.
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que
vivieron hace milenios.
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la
tierra.
Así me muestran su relación conmigo y yo la acepto.
(...)
No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí.
No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco.
Y tú, mar... También a ti me entrego. Adivino lo que quieres
decirme,
Desde la playa veo tus dedos que me invitan,
Y pienso que no quieres marcharte sin haberme besado.
Debemos estar un rato juntos: me desnudo y me llevas muy
lejos de la costa,
Arrúllame y durmiendo al vaivén de tus olas,
Salpícame de espuma enamorada, que yo sabré pagarte.
Mar violento, tenaz y embravecido,
Mar de respiros profundos y revueltos,
Mar de la sal de la vida, de sepulcros dispuestos aunque no
estén cavados,
Rugiente mar que, a capricho, generas tempestades o calmas,
También soy como tú: con uno y muchos rostros
Partícipe del flujo y del reflujo, cantor soy de los odios y
de la dulce paz,
Cantor de los amantes que duermen abrazados
También doy testimonio del amor a mis prójimos:
¿Haré sólo inventario de todos mis objetos olvidando la casa
que los tiene y cobija?
No soy sólo el poeta de la bondad, acepto también serlo de
lo inicuo y lo malvado,
¿Qué son esos discursos que nos cuentan de vicios y
virtudes?
El mal me sugestiona, y lo mismo la reforma del mal, mas
sigo imperturbable.
¿Soy un inquisidor, un hombre que desprecia cuanto encuentra
a su paso?
No soy más que aquel hombre que riega las raíces de todo lo
que crece.
¿Te temes que la terca preñez sólo engendre tumores?
¿Pensabas que las leyes que rigen a los astros admiten ser
cambiadas?
Encuentro el equilibrio en un lado lo mismo que en su
opuesto.
Las doctrinas flexibles nos ayudan lo mismo que ayudan las
más firmes,
Las ideas y acciones del presente nos despiertan y mueven,
Ningún tiempo es más bueno para mí que este ahora que me
viene a lo largo de millones de siglos.
No hay nada de asombroso en las acciones buenas de antes o
de ahora,
Lo asombroso es que siempre existan los malvados o los
hombres sin fe.
Se borran el pasado y el presente, pues ya los he colmado y
vaciado,
Ahora me dispongo a cumplir mi papel en el futuro.
Tú, que me escuchas allá arriba: ¿Qué tienes que decirme?
Mírame de frente mientras siento el olor de la tarde,
(Háblame con franqueza, no te oyen y sólo estaré contigo
unos momentos.)
¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
(Yo soy inmenso, contengo multitudes.)
Me dirijo a quienes tengo cerca y aguardo en el umbral:
¿Quién ha acabado su trabajo del día? ¿Quién terminó su
cena?
¿Quién desea venirse a caminar conmigo?
Os vais a hablar después que me haya ido, cuando ya sea muy
tarde para todo?
Ya he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no vale más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo,
Que aquel que camina sin amor una legua siquiera, camina
amortajado hacia su propio funeral,
Que tú o yo, sin tener un centavo, podemos adquirir lo mejor
de este mundo,
Que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina confunden
el saber que los tiempos alcanzan,
Que no hay oficio ni profesión tan bajos que el joven que
los siga no pueda ser un héroe,
Que el objeto más frágil puede servir de eje a todo el
universo,
Y digo al hombre o mujer que me escucha:
"Que se eleve tu alma tranquila y sosegada ante un
millón de mundos."
Y digo a la humanidad: "No te inquietes por Dios,
Porque yo, que todo lo interrogo, no dirijo mis preguntas a
Dios,
(No hay palabras capaces de expresar mi postura tranquila
ante Dios y la muerte.)
Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no le comprendo,
Ni entiendo que haya nada en el mundo que supere a mi yo.
¿Por qué he de desear ver a Dios mejor de lo que ahora le
veo?
Veo algo de Dios cada una de las horas del día, y cada
minuto que contiene esas horas,
En el rostro de los hombres y mujeres, en mi rostro que
refleja el espejo, veo a Dios,
Encuentro cartas de Dios por las calles, todas ellas
firmadas con su nombre,
Y las dejo en su sitio, pues sé que donde vaya
Llegarán otras cartas con igual prontitud.